A pocos días
de las elecciones en Estados Unidos, Kamala Harris y Donald Trump intensifican
sus campañas, buscando el apoyo de votantes indecisos, especialmente en estados
clave. Ambos candidatos mantienen un empate técnico en las encuestas, mientras
73 millones de personas ya han votado por anticipado.
Harris,
quien aspira a ser la primera presidenta del país, ha acusado a Trump de tratar
como "enemigos" a quienes discrepan con él, y de haber designado
jueces en la Corte Suprema para debilitar el derecho al aborto y favorecer a
los ricos con recortes de impuestos. En Georgia, la vicepresidenta demócrata
criticó la postura de Trump sobre la unidad, señalando que a pesar de hablar de
cohesión, se ha referido a él como "fascista."
Mientras
tanto, Trump, quien busca un segundo mandato a pesar de sus problemas legales,
ha endurecido su discurso, asegurando que, si Harris gana, el país se
convertirá en un "campamento de refugiados sórdido y peligroso."
También se comprometió a implementar el mayor programa de deportación en la
historia si es reelecto. En un mitin, insinuó que Estados Unidos enfrenta una
crisis económica, aunque los analistas sostienen que el país goza de
estabilidad.
La contienda
se ve marcada por tensiones sociales y el temor de que, en caso de una derrota
de Trump, pueda haber disturbios si se niega a aceptar los resultados, como
sucedió en 2020. La política exterior también ha sido un tema presente en la
campaña; Harris, por ejemplo, fue interrumpida en un acto por manifestantes en
desacuerdo con el apoyo de Estados Unidos a Israel. La candidata respondió
enfatizando su compromiso de trabajar por la paz en el Medio Oriente si llega a
la presidencia.
Estas
elecciones tienen implicaciones más allá de Estados Unidos, pues su resultado
influirá en la política internacional y la economía global.