Fuente externa
La República
Dominicana celebra la llegada de un nuevo año que tiene características
especiales. La especialidad estriba en que será un período de elecciones
municipales, legislativas y presidenciales. Esta tríada es fuerte. Su
incidencia política, socioeconómica y medioambiental ocupa un lugar singular.
Sin temor a equivocación, se puede afirmar que la sociedad dominicana se ha de
preparar para que la época señalada no le sorprenda; y organice su forma de
vivirla y afrontarla.
El escenario
implica las zonas más remotas del país. No quedará ningún espacio sin recibir
el impacto de los ruidos y de las promesas que se plantearán de formas y
acentos diversos. No pretendemos reducir la importancia del año que se estrena
hoy. No. Lo que buscamos es mayor toma de conciencia de la campaña electoral
que se avecina y de su impacto en la salud física, mental y social. El tiempo
que iniciamos requiere previsión y un estado de alerta para actuar a tiempo
ante todo fenómeno que altere la salud de las personas y las condiciones
regulares de funcionamiento en la vida cotidiana.
El ruido de
las campañas electorales es ensordecedor por el uso de procedimientos
contrarios a las directrices medioambientales y a las normas de la sociedad.
Mientras menos fuerza presentan los partidos políticos, más intensos son los
ruidos. Parecería que estos incrementan el deseo de afiliación al partido; y,
particularmente, producen una admiración por el candidato en campaña. La
situación descrita pone en riesgo la salud de las personas y de las colectividades.
La pérdida auditiva se incrementa y la dispersión gana terreno en las personas,
en las familias y en las instituciones. Los Ministerios de Salud Pública y
Medio Ambiente deben realizar un trabajo eficiente en defensa de la gente.
Las campañas
electorales no solo aportan ruidos, ofrecen todo tipo de promesa. Es un
escenario en el que se prometen beneficios paradisíacos. De igual manera, se
anuncian y proclaman promesas para un bienestar integral para todos. Es el
momento de las promesas y de la creación de sueños, que convierten a los
afiliados y simpatizantes de los partidos políticos en instrumentos
incondicionales. Se produce una identificación con las promesas que se ofertan,
de tal modo que desaparece la razonabilidad de los hechos y el control de sus
acciones. Las promesas pierden su carácter futurista y se asumen como verdades
al alcance de todos los involucrados en la campaña.
El ideal es
pasar de una campaña electoral basada en ruidos y promesas a una campaña
electoral en la que los programas de los partidos políticos se conocen y se
debaten en profundidad. Debería ser una en la que los candidatos presentan con
transparencias sus aspiraciones y propuestas para hacer avanzar la sociedad
dominicana. El desgaste que los partidos políticos y sus líderes reflejan hace
de la campaña un espacio repetitivo, monótono y generador de involuciones.
Los avances
del Siglo XXI no se notan en las campañas electorales del país. Se
utilizan estrategias y procedimientos caducos. Esta realidad pone en evidencia
la carencia de inteligencia política y comunicativa. Esta dinámica indica la
falta de educación y de actualización de los dirigentes de los partidos
políticos. Evidencia, también, la necesidad de que el liderazgo de los partidos
y su membrecía se relacionen con las innovaciones, tendencias y propuestas que,
en este Siglo, no solo hacen avanzar hacia lo correctamente político, sino
hacia los avances y prioridades de la ciencia política y del ejercicio de la
política en estos tiempos. No se deben aceptar los ruidos ni las promesas
huecas.