El Papa Francisco preside la vigilia pascual, como parte de las celebraciones de la Semana Santa, en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, el 30 de marzo de 2024.AFP
agencia efeCiudad del Vaticano
El papa Francisco presidió este sábado la misa de la Vigilia Pascual en
la basílica de San Pedro, después de renunciar al vía crucis del Coliseo para
cuidar su salud, y en la homilía pidió "que se aleje la
desesperación" para "los pueblos destruidos por el mal y golpeados
por la injusticia".
En esta larga celebración de más de dos horas, en la que se conmemora la
espera de la resurrección de Jesús, el papa participó en todos los ritos y leyó
con buena voz, después de que este viernes decidió a última hora no acudir al
Coliseo para el viacrucis.
En la homilía hizo referencia "a que a veces sentimos que una
lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando
la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de
las amarguras".
El papa los
llamó los “escollos de muerte” y dijo que "son todas las experiencias y
situaciones que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante".
Y entre ellas citó "las muertes de nuestros seres
queridos, que dejan en nosotros vacíos imposibles de colmar; en los
fracasos", " los muros del egoísmo y de la indiferencia, que repelen
el compromiso por construir ciudades y sociedades más justas y dignas para el
hombre" y " todos los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del
odio y la ferocidad de la guerra".
El papa entonces aseguró que "Jesús es nuestra Pascua,
aquel que nos hace pasar de la oscuridad a la luz, que se ha unido a nosotros
para siempre y nos salva de los abismos del pecado y de la muerte, atrayéndonos
hacia el ímpetu luminoso del perdón y de la vida eterna.
Francisco
se dirigió entonces a los "pueblos destruidos por el mal y golpeados por
la injusticia, pueblos sin tierra, pueblos mártires" para que alejen
"en esta noche los cantores de la desesperación".
La ceremonia, una de las más largas de la tradición y cargada
de simbolismos, comenzó con la bendición del fuego en el atrio de la basílica y
el encendido del cirio pascual. El papa marcó la vela con la inscripción de la
primera y la última letra del alfabeto griego -alfa y omega- que simbolizan que
Dios es el principio y el fin en una basílica totalmente a oscuras.
Después se produjo la tradicional procesión con la entrada de
los concelebrantes en total silencio y a oscuras y sólo con las velas
encendidas para representar la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo.
Sólo después
de que el diácono pronunció tres veces la frase 'Lumen Christi' (La luz de
Cristo) se encendieron las luces de la basílica y comenzó la misa ante 6.000
fieles.
Esta larga ceremonia sigue la tradición de los primeros años
de la Iglesia, la de los catecúmenos, los adultos que aspiraban a convertirse
al cristianismo y, por ello, también se celebró la bendición del agua, y
Francisco bautizó a ocho adultos de diferentes nacionalidades: cuatro
italianos, dos coreanos, un japonés y un albanés.
En esta Semana Santa vaticana, no se ha podido disfrutar de
la presencia tras el altar del imponente baldaquino de San Pedro de Gian
Lorenzo Bernini, pues permanece cubierto ya que se está procediendo a una
restauración en vista del Jubileo del próximo año.
El papa
decidió este viernes a última hora no acudir al vía crucis en el Coliseo para
"salvaguardar su salud" ya que en los pasados días ha estado aquejado
de problemas respiratorios mientras que tanto la ceremonia de hoy como la misa
de Resurrección del Domingo quedaron confirmadas.