agencia apTijuana, México
Cuando Vivianne Petit Frere huyó de su Haití natal a Brasil en 2019 y
más tarde recorrió a pie la selva panameña hasta llegar a México, donde abrió
un restaurante, siempre creyó que acabaría regresando a casa. Hasta ahora.
Con la violencia ejercida por las bandas azotando Haití, muchos de los
más de un millón de personas que abandonaron la nación caribeña se sienten
impotentes cuando llaman a sus aterrorizados familiares, que pueden marcharse
porque los aeropuertos están cerrados y la travesía por mar hasta Estados Unidos
es demasiado peligrosa.
“Antes se podía decir que las cosas estaban bien. Yo sabía que las cosas
no estaban bien, pero tenía fe, esperanza en que algún día cambiarían. Hemos
perdido la fe. No hay un camino a seguir por culpa de las bandas", contó
Petit Frere, de 36 años, sentada en una de las mesas del restaurante que
regenta en el centro de Tijuana con su esposo, que también huyó del país.
La escalada
de los disturbios ha reverberado entre quienes dejaron Haití en su día rumbo a
Brasil, Chile, México y Estados Unidos.
A medida que sus esperanzas de regresar a casa se desvanecen,
esperan decisiones sobre la respuesta de Estados Unidos a los disturbios en un
país asolado desde hace años por las crisis políticas, la pobreza generalizada
y los desastres naturales.
El devastador sismo de 2010 llevó a muchos a emigrar a Brasil
y Chile.
Cuando la economía brasileña se hundió en 2016, los haitianos
fueron una de las primeras nacionalidades en embarcarse en la peligrosa ruta a
través del Tapón del Darién panameño en dirección a Estados Unidos, y algunos
cruzaron la frontera entre Tijuana y San Diego y se asentaron en territorio
estadounidense con otros que habían llegado antes, principalmente en Miami,
Nueva York y Boston.
La Haitian Bridge Alliance contactó con migrantes en Estados
Unidos y Canadá y descubrió que muchos tienen familiares atrapados en la guerra
de bandas, apuntó Guerline Jozef, directora ejecutiva del grupo activista, cuyo
vecindario de la infancia en Puerto Príncipe quedó arrasado por los ataques. Su
primo murió allí a manos de las pandillas el año pasado.
“Esto no es algo que leamos en las noticias. Es algo que le
ha pasado a mi propia familia y es la realidad para la mayoría de la gente de
la diáspora. Empiezas a escuchar las realidades de mi primo, mi madre, mi
hermana, mi padre, y pasa a ser algo muy personal”, afirmó Jozef.
En la esquina de la “Pequeña Haití” de Miami, el guarda de
seguridad Jude Guillalime contó que habla a menudo con sus dos hijos en Haití,
que recientemente pasaron dos días sin agua ni comida. Le preguntan si pueden
ir con él a Florida y él les responde que no se preocupen.
“Todo es malo, terrible”, dijo Guillalime, de 47 años y con
permiso de residencia en el país, que este año solicitó la reunificación
familiar con sus hijos en Florida.
Estados Unidos es el principal destino de los migrantes
haitianos, y el enfoque migratorio del presidente Joe Biden — promover nuevas
vías legales y desalentar los cruces ilegales — ha funcionado en gran medida en
esta comunidad, a pesar de las críticas al uso sin precedentes de su autoridad
para permitir la entrada por motivos humanitarios.
Hasta febrero, unos 151,000 haitiano llegaron a un aeropuerto
estadounidense luego de solicitar el ingreso por internet con el respaldo de un
patrocinador financiero.
Esta es un opción que también está disponible para cubanos,
nicaragüenses y venezolanos.
Los cruces ilegales de ciudadanos haitianos a través de la
frontera terrestre con México cayeron drásticamente ante el incremento de los
que llegaron con un permiso condicionado de dos años que les permite
trabajar.
Los haitianos fueron apenas el 0.02% de los 140,000 arrestos
realizados por la Patrulla Fronteriza en febrero.
Esta caída supone también una reducción del número de vuelos
de deportación a Haití, a aproximadamente uno mensual durante el último año,
según Witness at the Border, un grupo activista que monitorea los datos de los
vuelos.
Supone un notable descenso con respecto a los vuelos diarios
que se efectuaban luego de que 16,000 personas, en su mayoría haitianos,
acamparon en la pequeña ciudad fronteriza texana de Del Río en 2021.
El gobierno también renovó y amplió el Estatus de Protección
Temporal para unos 150,000 haitianos en base a una ley que permite que quienes
ya están en el país se queden si se considera que las condiciones creadas por
un desastre natural o un conflicto civil no son seguras.
El secretario de Interior, Alejandro Mayorkas, debe decidir
si renueva la iniciativa antes de que expire este año.
La semana pasada, la Guardia Costera devolvió a 65 refugiados
a Haití tras interceptarlos cerca de Bahamas, y el Departamento de Seguridad
Nacional apuntó que mantendrá la política de devolver a los migrantes detenidos
en el mar.
“En este momento, la inmigración irregular a través del
Caribe sigue siendo baja”, explicó el departamento en un comunicado.
En 2016, Tijuana era una parada para miles de haitianos que
esperaban a que el entonces presidente, Barack Obama, les concediese la
entrada.
Muchos esperaban en una barriada marginal rebautizada como
“Pequeña Haití”, mientras trabajaban en lavaderos de autos, restaurantes y
fábricas que producían bienes para exportar a Estados Unidos.
Desde entonces, se han extendido por toda la ciudad y
lograron permisos para quedarse en México, donde son una de las principales
nacionalidades que solicita asilo y sus hijos reciben la nacionalidad por
derecho de nacimiento.
Petit Frere planeaba vivir en Estados Unidos, pero conoció a
su esposo en su segunda semana en Tijuana. Tuvieron un hijo en el país, lo que
los convirtió a los tres en ciudadanos mexicanos.
“Vine con mi sueño americano, pero Tijuana me reclamó",
dijo riéndose mientras los cocineros preparan un menú que incluye polenta con
frijoles negros y pescado frito con plátano.
Una iglesia evangélica a dos cuadras de distancia ofrece misas en criollo los domingos, en otro indicio de cómo ha calado la cultura haitiana en la ciudad.