Raquel Potí
actúa sobre zancos durante la fiesta callejera “Cielo en la Tierra” previa al
Carnaval en Río de Janeiro, Brasil, el sábado 3 de febrero de 2024. A casi tres
metros de altura, Potí camina sobre sus zancos de madera ataviada en elaborados
disfraces. Algunos medios han empezado a llamarla musa del Carnaval de Río. (AP
Foto/Bruna Prado)
(Bruna Prado / Associated Press)
RÍO DE JANEIRO —
RÍO DE JANEIRO (AP) — Con
sus 2,7 metros de altura, Raquel Potí aparece con frecuencia en las portadas de
revistas y periódicos brasileños. El sábado, la artista se puso un elaborado
disfraz con plumas y se cubrió el cuerpo de purpurina dorada. En un momento
dado tomó la delantera de la fiesta callejera, agitando sus alas arcoíris como
si fuera a levantar el vuelo. Era otra de sus carismáticas actuaciones sobre
zancos, que han hecho que algunos medios la describan como la musa del Carnaval
de Río de Janeiro.
Pero en un fin de semana
reciente se limitó a su más pequeño tamaño natural y se puso unos tejanos
bordados. En una clase ante el Museo de Arte Moderno de Río, pidió a un grupo
de alumnos que miraran a los ojos de un compañero. Cada pareja recordó a alguien
que les había influido e inspirado. Después se abrazaron. Algunos lloraron, una
mientras recordaba cómo su abuela la había enseñado a sonreír.
“No os han engañado”, les
dijo Potí, de 40 años. “Esta ES una clase de zancos. ¡Y ya ha comenzado!”.
La clase es la clave de su enorme labor en Río, que
incluye manejar varios proyectos sociales financiados por el gobierno para
enseñar zancos, teatro y artes de representación, dirigir una productora y
reclutar miembros para su red siempre creciente de actuaciones en eventos.
La diminuta gigante de apenas metro y medio de altura
es la principal responsable del furor de los zancudos en Río, tras enseñar a
más de un millar de niños y adultos en la última década. Ese éxito ha cambiado
el paisaje del Carnaval más grande del mundo, donde cientos de zancudos se
alzan sobre las alegres fiestas que ocupan y dominan espacios públicos.
Para Potí, subirse a los zancos es mucho más que un
espectáculo: es ancestral y ritual, y un punto de partida para que la gente
cambie de forma radical sus vidas y a sí mismos.
“Podría ser mucho dolor, podría ser mucho amor, podría
ser cualquier cosa. Pero es lo que está en nuestro interior. Eso acerca a la
gente a nuestra humanidad”, dijo a The Associated Press en su apartamento,
donde se veían elaborados disfraces colgados en todos los huecos disponibles de
las paredes de colores, y marcas de dedos en el techo morado tras una sesión de
zancos con su hijo.
Las personas en el círculo de Potí hablan de ella con
reverencia, como si fuera una figura mística que, subida a sus zancos, logra
llegar a una esfera protegida de sabiduría. Es mucho que asumir, dado que para
muchos el Carnaval representa el escapismo o una ruidosa bacanal. Pero más allá
de la ostentación y el brillo, dice, se trata de animar a la gente.
Potí, que no se ve como una musa, sino como una
misionera, enseña por toda la ciudad: de los parques a los abarrotados y pobres
vecindarios conocidos como favelas y al pequeño pueblo pesquero en la esquina
más occidental de Río, donde creció bajo las redes de su abuelo. Sus primos aún
se hacen a la mar todos los días.
Ella asistió a una universidad de primer nivel. Semanas
antes de que se graduara, su pareja murió de cáncer. Ella dice que el profundo
dolor cambió sus planes y salió a recorrer el mundo, primero con un grupo de
circo que le mostró que el mundo podía ser distinto a lo que ella había
imaginado.
Potí investigó cultura popular y relaciones de
comunidad durante cuatro años, y después en 2013 regresó a Brasil y fundó su
taller de zancos. Las fascinantes actuaciones demostraron ser una buena
publicidad. Campão se apuntó poco después de ver a Potí en la fiesta del
Carnaval Amigos del Jaguar, que aún hoy atrae a unas 40.000 personas.
De vuelta en su clase ante el museo, Potí demostró
toda su energía desde el principio. Dio un salto con las extremidades
extendidas en todas direcciones para comenzar el primer juego, que conectaba a
los alumnos con los elementos lúdicos que son cruciales en las fiestas de
carnaval. Tras la “dinámica interactiva” —los ejercicios de Potí, similares a
una terapia de grupo— les enseñó técnica de zancos, y después la clase se
encaramó a los aparatos. Asistidos en un principio por antiguos alumnos
voluntarios, pronto todos estaban moviéndose por sí solos.
Algunos están en situaciones complicadas, y superar
algo que les parecía imposible puede ser transformador. Muchos terminan
actuando en las fiestas de Río.
Era el caso de Gabi Falcão, de 37 años. Tras separarse
de su esposo después de 10 años, se llevó a sus dos hijos pequeños y se instaló
con una amiga, y luego se apuntó al taller de Potí. La experiencia fue
“emocionalmente profunda”, afirmó, y exactamente lo que necesitaba en ese
momento.
Falcão y muchos otros zancudos entrevistados por la AP
describieron a Potí como a alguien que abre puertas y despierta a la gente.
Algunos llegaron a decir que posee una energía ancestral, que enseña a otros a
actuar y pensar en colectivo. Dos la calificaron de bruja y uno dijo que
parecía capaz de detener el tiempo. La mayoría mencionaron su capacidad de
hacerse presente, demostrada por un intenso contacto visual en las
interacciones, y ofreciendo todo su ser en las actuaciones de Carnaval.
Varios elogiaron también su capacidad de organización
y promoción. Su taller tiene un equipo de producción de cinco personas, con
reuniones de planificación para comunicación y ventas. Hay un fotógrafo
presente para registrar las experiencias de los novatos, algo que Potí dijo que
puede ser como un bautizo. El fotógrafo documenta todos los proyectos, que son
unos 15.
Potí combina sus iniciativas con la labor de una madre
soltera que cría a un niño de 7 años. Actuó hasta tres días antes de romper
aguas. Seis semanas más tarde estaba de nuevo en sus zancos en la sala de
conciertos más emblemática de Río, Flying Circus, y daba el pecho en su
camerino.
Hacia el final de la fiesta del sábado por la mañana,
Potí se separó y cruzó un puente de autopista, aún sobre los zancos y
abriéndose paso entre los asistentes que la vitoreaban. Rápidamente volvió a su
auto estacionado, lleno de disfraces y 15 pares de zancos, y condujo mientras
insistía en que un productor resolviera un problema con los encargos de los
fotógrafos para la siguiente fiesta. Esa incluiría más de 75 zancudos, muchos
con trajes folclóricos, y Potí era su directora artística.
Durante una comida en un restaurante vegano hace unos
días, Potí recordó que una vez el editor del principal periódico de Río le
mostró todas las fotos de la cobertura del Carnaval y, con buen humor,
refunfuñó que tendría que ponerla de nuevo en la portada.
La atención no le molesta. De hecho la agradece.
Después de todo, ella fue una pionera, ha trabajado durante una década y está
recibiendo reconocimiento, dijo. Pero desea que más gente mire más allá, a sus
causas y el cambio que intenta conseguir.