Varias
personas lloran junto al cadáver de un hombre, asesinado en circunstancias
desconocidas, en una calle de Durán, Ecuador, el 21 de julio de 2023DOLORES OCHOA/AP
gabriela molina apQuito,
Ecuador
Un adolescente muere al intentar colocar dinamita en un local comercial,
cuya propietaria era extorsionada.
Sujetos
armados y encapuchados asaltan un banco e hieren al guardia de seguridad. Un
comerciante es secuestrado en medio de los gritos de varios testigos y un
policía es asesinado en su auto mientras hacía vigilancia.
Esos fueron apenas los más recientes episodios de una oleada
de crímenes con los que Ecuador cierra el año más violento de su historia,
según indican las cifras oficiales.
De acuerdo
con datos proporcionados por la policía a The Associated Press, el 2023 cierra
con al menos 7,592 muertes violentas, frente a 4,426 de 2022.
Ecuador es la nación de Latinoamérica con el crecimiento “más
rápido” e “impresionante” en el índice de homicidios, señaló en un diálogo con
la AP el catedrático de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,
Fernando Carrión, autor del estudio “La cartelización en América Latina”.
La tasa de muertes violentas en el país andino en 2017 fue de
cinco por cada 100,000 habitantes, refirió el investigador. Ahora supera las
40, lo cual “hace que 2023 sea el año más violento de la historia del Ecuador”,
añadió.
Según las
cifras policiales, los secuestros también se dispararon, al pasar de 40 el año
pasado a 122 en el actual, mientras que las muertes violentas de menores de
edad se incrementaron de 204 a 342.
Por su parte, las extorsiones —según los datos hasta
septiembre— sumaban 5,930, frente a las 3,188 reportadas en 2022.
Carrión señaló que los índices reflejan la “diversificación
del crimen”, debido —según él— a la proliferación de dos tipos de
organizaciones delictivas.
Explicó que
en el país operan unas 1,500 bandas que se especializan en diversos tipo de
delitos y que son subsidiarias de aquellas que forman “una red global del
crimen”, articuladas a grandes organizaciones mundiales como los cárteles de
las drogas mexicanos, las mafias de Italia o los comandos de Brasil.
El director del programa de investigación Orden, Conflicto y
Violencia de la Universidad Central, Luis Córdova, dijo a la AP que ante estas
cifras en rojo el Estado ha dado una respuesta “errónea” por la “carencia de
comprensión del fenómeno que enfrentamos”.
De acuerdo con su análisis, la violencia sigue creciendo por
“un efecto de contagio y el enorme arraigo social” del fenómeno de la
criminalidad.
El primero
implica, según Córdova, que mientras el gobierno insiste en contrarrestar el
crimen con más policías y militares en zonas peligrosas, “las estructuras van
migrando a otros espacios y van colonizando territorios”.
El segundo, significa que “la violencia criminal se está
reproduciendo socialmente”, como un “mecanismo de legitimación” de quienes han
sido marginados, excluidos por el Estado y por la economía formal, agregó.
“Hay un ejército de niños y adolescentes que ni estudian ni
trabajan” y a los cuales las bandas les brindan un “territorio emocional, tejen
lealtades” y les dan un sentido de pertenencia, expuso el investigador. Ante
ello el Estado debe responder con políticas de inclusión social, cultural y
deporte, añadió.
Mencionó a la ciudad de Durán, donde los homicidios pasaron
de 119 en 2022 a 407 en 2023. Esta ciudad conforma la zona 8, la más peligrosa
del país, junto a Guayaquil, Samborondón y Daule, donde las muertes violentas
casi se duplicaron: de 1,446 en 2022 a 2,560 al final de este año.
Durán, Daule y Samborondón colindan con Guayaquil por cuyos
puertos las organizaciones criminales vinculadas al narcotráfico trafican
grandes cargamentos de drogas. Al cierre de 2023, se habían incautado 211
toneladas de drogas, frente a las 201 del 2022, según las autoridades.
Según estimaciones de Carrión, desde territorio ecuatoriano
salen casi 850 toneladas al año como resultado de un incremento en la
producción en Perú y Colombia, que son países fronterizos.
El gobierno del presidente Daniel Noboa, quien asumió el
poder a finales de noviembre con un mandato de transición de año y medio para
completar el período de Guillermo Lasso, prometió el plan “Fénix” para combatir
al crimen organizado y la delincuencia, pero según los analistas aún no se han
visto resultados concretos.