El jefe de
la unidad policial Nueva Properina, en Guayaquil, muestra imágenes de tatuajes
encontrados en teléfonos móviles incautados en operativos policialesAFP
Enrique Ortiz, AFpGuayaquil, Ecuador
Sus pieles están cubiertas por
tatuajes con una fauna singular: leones, tigres, lobos. Impronta de lealtad a
bandas del narcotráfico en Ecuador y a la vez estigma de persecución para
desprevenidos amantes de esos animales.
Al estilo de las maras (pandillas) que sembraban terror en
El Salvador, las bandas ecuatorianas marcan sus cuerpos con tinta en honor a
organizaciones bautizadas con nombres como Los Lobos, Las Águilas, Los
Lagartos, Los Tiguerones o Los Choneros, una de las más poderosas cuyo líder se
autoidentifica con un león.
Aliados a carteles mexicanos y
colombianos, el creciente poder y violencia del narcotráfico en Ecuador se
manifiesta en la competencia de una veintena de grupos antagónicos.
"Prefiero tener mi tatuaje siempre bajo la ropa por
todo el problema actual que se está viviendo en el país, el estigma, que te
señalen", dice a la AFP bajo reserva un joven con un tigre grande en su
espalda.
Nunca imaginó que haberse
tatuado un animal se volvería peligroso. "Te encasillan, te estigmatizan y
piensan que si te vistes de tal manera (…) ya eres de tal banda", explica
el hombre.
Así es en Guayaquil, una
ciudad portuaria y centro logístico de las bandas narcotraficantes en el
suroeste ecuatoriano.
Allí, los amantes de los tatuajes están bajo sospecha tanto
de pandilleros como de policías.
Los artistas trabajan con
miedo a atender clientes vinculados a bandas y sufrir la venganza de sus
rivales. Algunos cerraron sus locales y ahora tatúan a domicilio.
"Yo lo que hago es peinar
(escudriñar) todas las redes sociales de la persona que me escribió, para ver
si de verdad califica o no. Con tanto peligro literalmente tengo que ser como
el FBI", explica Jean Paolo, artista tatuador que prefirió reservar su
apellido por temor a represalias.
"NARCOCULTURA"
Estas insignias entintadas
trascienden el cuerpo y se instalan también en paredes de cárceles, barriadas
humildes y hasta sectores de clase media para delimitar territorios criminales.
Efectivos uniformados borran de
los muros símbolos asociados a una guerra que día a día recrudece en Ecuador.
Entre 2018 y 2022, los
homicidios se cuadruplicaron hasta alcanzar el récord de 26 por cada 100,000
habitantes.
Durante redadas en zonas
violentas, soldados y policías revisan a los sospechosos debajo de las prendas
en busca de tatuajes. También, se pesquisan señas particulares entre los
aspirantes a ingresar a los cuerpos de seguridad para evitar potenciales
infiltrados.
Es un tema de identidad y fidelidad
a la organización, puntualiza a la AFP el coronel Roberto Santamaría, jefe de
la Policía en el distrito de Nueva Prosperina, el sector más violento de
Guayaquil. "La narcocultura hace que se creen doctrinas, se creen
historias y esta es una forma de reclutar a menores para meterles en la cabeza
que son parte de una estructura", sostiene.
La moda que exalta al
narcotráfico se expresa en tatuajes pero también en la música que ensalza la
figura del traficante, gustos excéntricos como tener animales exóticos de
mascota o vistosas cirugías estéticas para las mujeres de los capos.
En su celular, Santamaría guarda
imágenes de tatuados con fusiles AK 47, lágrimas de tinta negra, manos juntas
que piden perdón y los infaltables animales salvajes.
Reproduce un video escalofriante
en el cual un sicario graba el momento preciso en que dispara contra un joven.
"Cada una de estas
organizaciones tiene un tatuaje en especial, por ejemplo, Los Tiguerones se
tatúan un tigre con una boina y estrellas que representan la jerarquía" en
esa organización, explica Santamaría.
CORRE SANGRE Y TINTA
Dentro del violento sistema
carcelario de Ecuador, un tatuaje puede ser la diferencia entre la vida o la
muerte. Los choques entre bandas rivales registran la masacre de unos 460 presos
desde 2021, algunos desmembrados a golpe de machete, decapitados o incinerados
vivos.
Antes de ingresar a prisión, los
reclusos "se identifican con la simbología tatuada para que no les pongan
en un pabellón que es contrario, por ejemplo, porque saben que en el momento en
que ingresan a ese pabellón van a morir", sentencia Santamaría.
Con el miedo crece la necesidad
de borrar estas marcas asociadas a la guerra. Como trabajando sobre un
manuscrito, los tatuadores se las ingenian para cubrir con nuevos diseños los
'dibujos malditos'. Los más adinerados acuden a clínicas especializadas para
eliminarlos con sistema láser.
Las bandas y sus alianzas con
otros grupos han ido mutando así como sus tradicionales diseños gráficos, según
fuentes consultadas.
En ciertos contextos, un
"signo distintivo de estas bandas (...) es muerte segura", sentencia
el tatuador Jean Paolo.