Fotografía de archivo en la que se registró a la modelo argentina Valeria Mazza, durante una rueda de prensa, en Buenos Aires (Argentina). EFE/David Fernández
EFE
Convertida ya en un icono
argentino, Valeria Mazza, la primera supermodelo latinoamericana, recorre su
carrera y su vida personal en una miniserie documental de cuatro episodios con
los que “ha abierto su corazón y las puertas de su casa” a sus admiradores y a
aquellos que únicamente conocen su nombre de oídas.
A sus 51 años, la “top” rosarina
criada en Paraná (provincia de Entre Ríos) sigue en plena forma y su apariencia
no ha cambiado con respecto a la del pico de su carrera como modelo en los años
1990 y en la década de los 2000.
Su larga cabellera rubia y sus ojos
azules la llevaron a lo más alto del mundo de la moda durante una era en la que
la mayoría de las supermodelos eran europeas o estadounidenses.
“Yo creo que abrí una puerta que no estaba hasta el momento
explorada”, dice a EFE en una entrevista con motivo de la presentación de “Un
sueño dorado”, la docuserie producida por la plataforma de vídeo bajo demanda
Paramount + y por la propia Mazza, que se estrenará en internet el próximo 8 de
octubre.
Pionera latinoamericana
La modelo reconoce que su desembarco en Europa -que ocurrió
en su juventud y la llevó a renunciar a una prometedora carrera como nadadora
profesional- fue “complicada”.
En Milán, la argentina compartía un piso con varias
compañeras de profesión.
“Era un mundo muy competitivo, con una exigencia muy grande
porque trabajabas con tu cuerpo y había que entrar en el vestido”, asegura la
supermodelo, comparada entonces con la alemana Claudia Schiffer, algo mayor que
ella, con la que guardaba un extraordinario parecido en su juventud y con quien
la relación no siempre fue sencilla.
“Al final del día escuchas tantas opiniones sobre ti... Que
eres muy alta, que eres muy baja, que eres muy gorda, que eres muy flaca, que
tienes mucha ‘teta’ o muy poca, que tienes el pelo largo, que te lo deberías
cortar, que te lo deberías dejar más largo”, enumera.
“Es un poco abrumador, y al final lo único que quieres es
poder trabajar y pagar las cuentas (...) Ahí es donde yo creo que se hace un
poco peligroso”, comenta la que fue protagonista de varias campañas de la casa
Guess en la última década del siglo en el que el moda se consolidó como cultura
de masas.
“El límite es la salud”, insiste, momentos antes de
atribuirle a la prensa una parte de culpa en aquella maraña de rumores que
fueron los noventa. “La imagen era un poco lo que escribían de ti”, afirma.
Precisamente sobre la belleza y las exigencias que los
cánones imponen, Mazza -a quien en su infancia apodaban ‘la Rusa’- advierte que
“las exigencia sociales son enormes en general, aunque tal vez más para las
mujeres que para los hombres”.
“Lo que me da miedo es lo de empezar a cambiar, lo de ‘me
cambio el color de pelo, me hago una cirugía estética, hago el esfuerzo de
bajar de peso’ y al final del día, te miras al espejo y no te reconoces”,
opina.
En este sentido, Mazza cree que falta aprendizaje sobre
cómo usar la moda y apunta a que es la prenda la que debe adaptarse al cuerpo
de las personas y no al revés.
No hay edad para la
moda. Ni para la belleza
A sus 51 años, Mazza compatibiliza múltiples tareas con su
dedicación al mundo de la moda, aunque ya no desfila en las pasarelas desde
hace más de una década.
“Decidí dejar de hacerlo cuando supe que no me iba a subir
a una pasarela al lado de una niña de 17 años”, reconoce entre risas.
Recientemente, la supermodelo protagonizó la portada de la
prestigiosa revista Vogue en sus ediciones para México y el resto de América
Latina.
“Cada vez hay más sitio para las mujeres de más de
cincuenta años en el mundo de la moda (...) Es súper sano, porque no es que
pasen los años y se termine la belleza, la vida o la moda. Todo lo contrario.
Depende de cómo vos lo vivas y cómo te veas en el espejo”, cree Mazza.
La que protagonizó portadas, comerciales de televisión y
fue una presencia constante en las marquesinas y las fachadas de medio mundo
concluye con una petición de clemencia para los que observan, ahora que
contemplar está al alcance de nuestros dedos gracias a los teléfonos móviles.
“Hay que ser mucho más amorosos en la manera en la que
miramos al mundo y al prójimo y en cómo nos miramos entre nosotros”. No es
poco, viniendo de la mujer que parece habernos visto pasar a todos desde las
páginas de papel couché.