El paleoartista John Gurche le implanta pelo a Shanidar 1, un neandertal masculino, el miércoles 31 de mayo de 2023 en su estudio en Trumansburg, Nueva York. (AP Foto/Heather Ainsworth) (Heather Ainsworth / Associated Press)
¿Qué significa ser humano?
Durante largo tiempo, la
respuesta parecía estar clara. Nuestra especie, Homo sapiens —con nuestros
pensamientos complejos y emociones profundas— era la de los únicos humanos
verdaderos en haber caminado sobre la Tierra. Se pensaba que formas previas,
como los neandertales, sólo habían sido un paso a lo largo de la ruta de la
evolución, y habían desaparecido porque nosotros éramos una versión mejor.
Ahora esa imagen está cambiando.
En años recientes, los
investigadores han adquirido la capacidad de retirar ADN de antiguos homínidos,
incluidos nuestros ancestros y otros parientes bípedos. La tecnología para obtener
ADN antiguo ha revolucionado la forma en que estudiamos la historia humana y ha
despegado rápidamente, con un flujo constante de estudios que exploran los
genes de personas que habitaron en el planeta hace mucho tiempo.
Junto con más fósiles y artefactos,
los hallazgos de ADN nos están haciendo captar una idea desafiante: no somos
tan especiales. Durante la mayor parte de la historia humana compartimos la
Tierra con otras clases de seres humanos tempranos, y esos grupos ahora
extintos eran muy parecidos a nosotros.
“Podemos ver que eran plenamente humanos. Pero,
interesantemente, una clase distinta de humanos”, dijo Chris Stringer, experto
en evolución humana en el Museo de Historia Natural de Londres. “Una forma
distinta de ser humano”.
Lo que es más, los seres humanos tenían una interacción
cercana —e incluso íntima— con algunos de estos otros grupos, incluidos los
neandertales, los denisovanos y “poblaciones fantasmas” a las que sólo
conocemos a partir del ADN.
“(La actual) es una época única en la historia humana, en
la que sólo existe uno de nosotros”, dijo Stringer.
Ahora los científicos saben que después de que el Homo sapiens apareció en África hace unos 300.000 años, se superpuso con toda una serie de otros homínidos, explicó Rick Potts, director del Programa sobre el Origen de los Humanos del Instituto Smithsonian.
Los neandertales andaban en Europa. El Homo heidelbergensis
y el Homo naledi vivían en África. El Homo floresiensis, en ocasiones llamado
el hobbit por su baja estatura, vivía en Indonesia, mientras que el Homo
erectus, de piernas largas, se encontraba en Asia.
Los científicos comenzaron a percatarse de que todos estos
homínidos no eran nuestros ancestros directos. Eran más bien como nuestros
primos: linajes que se separaron a partir de una fuente común y se encaminaron
en distintas direcciones.
Los investigadores también se preguntaron: si estas otras
clases de seres humanos no eran tan distintas al Homo sapiens, ¿nuestros
ancestros tuvieron relaciones sexuales con ellos?
Para algunos, la mezcla era difícil de imaginar. Muchos
argumentaron que, a medida que el Homo sapiens se aventuró fuera de África, reemplazó
a otros grupos sin aparearse con ellos. El arqueólogo John Shea de la
Universidad Stony Brook de Nueva York dijo que solía pensar que los
neandertales y los Homo sapiens eran rivales, y creía que “si se topaban unos
con otros, probablemente se matarían entre sí”.
Pero el ADN ha revelado que hubo otras interacciones, las
cuales modificaron quiénes somos en la actualidad.
En 2010, el genetista sueco Svante Paabo y su equipo
armaron un complicado rompecabezas. Pudieron ensamblar fragmentos de ADN
antiguo hasta reunir un genoma completo de neandertal, una hazaña que durante
mucho tiempo se pensó imposible y por la que Paabo obtuvo un premio Nobel el
año pasado.
Esta capacidad de leer el ADN antiguo revolucionó el campo,
y constantemente se está mejorando.
Armados con estos genomas de los neandertales y los
denisovanos, los científicos podían compararlos con personas actuales y buscar
trozos de ADN que coincidieran. Cuando los hallaron, encontraron indicios
claros de una mezcla.
La evidencia de ADN mostró que el Homo sapiens se apareó con grupos, incluidos neandertales y denisovanos. Incluso reveló evidencia de otras “poblaciones fantasmas”, grupos que forman parte de nuestro código genético, pero cuyos fósiles aún no hemos hallado.
“Ellos no tenían un mapa, no sabían hacia dónde se
dirigían”, dijo Potts, del Smithsonian. “Pero al ascender la próxima colina y
llegar al siguiente valle, se encontraron a poblaciones de personas que se
veían un poco distintas a ellos, pero se aparearon, intercambiaron genes”.
Así, a pesar de que los neandertales sí se veían diferentes
del Homo sapiens —desde su nariz de mayor tamaño hasta sus miembros más
cortos—, ello era insuficiente para crear un “muro” entre los grupos, señaló
Shea.
La idea de que los seres humanos modernos, y en especial los humanos de raza blanca, eran el pináculo de la evolución provino de una época de “colonialismo y elitismo”, dijo Janet Young, curadora de antropología física en el Museo Canadiense de Historia.
Una pintura de un neandertal, creada para reflejar la
visión de un partidario de la eugenesia, se abrió paso en libros de textos y
museos durante décadas.
De todas formas, a pesar de que ahora sabemos que nuestros
primos humanos antiguos eran como nosotros —y forman parte de lo que ahora
somos—, la idea de hombres de las cavernas similares a los simios ha sido
difícil de eliminar.
El artista John Gurche lo está intentando. Se especializa
en crear modelos tamaño natural de humanos antiguos para museos, incluidos el
Smithsonian y el Museo Americano de Historia Natural, con la esperanza de
ayudar a que la percepción del público se ponga al día con los hallazgos
científicos.
El llevarle al público la nueva forma de ver las cosas no
ha sido fácil, señaló Gurche: “Esta imagen del hombre de las cavernas es muy
persistente”.
Para él, el tener las bases científicas correctas es
crucial. Ha trabajado en disecciones de seres humanos y simios para entender su
anatomía, pero también espera sacar a relucir emociones en sus
representaciones.
Los científicos no pueden obtener información genética útil
de cada fósil que encuentran, especialmente si es realmente antiguo o está en
un clima poco favorable. No han podido reunir mucho ADN antiguo de África,
donde el Homo sapiens evolucionó por primera vez, porque se ha degradado debido
al calor y la humedad.
De todas formas, muchos esperan que, a medida que la
tecnología para el manejo del ADN continúa avanzando, podremos ir aún más hacia
el pasado y obtener genomas antiguos de más partes del mundo, añadiendo más
pinceladas a nuestra imagen de la historia humana.
“Si usted examina el registro de fósiles, el registro
arqueológico, el registro genético”, indicó, “verá que tenemos mucho más en
común que lo que nos divide”.
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