La foto muestra los aros olímpicos
Los célebres libreros del río
Sena, más conocidos como los bouquinistes, han luchado durante siglos por
ejercer su oficio y se niegan a retirarse durante los Juegos Olímpicos de París
2024.
Los organizadores quieren mudarlos a otro lugar para
facilitar la visibilidad de la ceremonia inaugural que se desplegará a lo largo
de la arteria fluvial que atraviesa la capital francesa.
Los bouquinistes, de la
palabra francesa bouquin, una forma familiar de decir libro, son unos
vendedores que desde hace más de cuatrocientos años ofrecen a parisinos y
visitantes la mayor librería al aire libre de la ciudad.
A lo largo de tres kilómetros en las orillas del río Sena,
están instaladas unas 900 grandes cajas metálicas de un característico color
verde, donde los bouquinistes almacenan y venden libros de ocasión y souvenirs.
Esta
tradición, reconocida Patrimonio Cultural Inmaterial de los franceses, se está
viendo amenazada por los Juegos Olímpicos del próximo año que se celebrarán en
París.
Por primera vez en la
historia, la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos no tendrá lugar
dentro de un estadio.
El escenario elegido es el río
Sena, donde está previsto un desfile con decenas de barcos. Sin embargo, para
garantizar la seguridad durante la celebración, las autoridades de París
consideran “imprescindible” que las cajas de los libreros sean retiradas.
Cerca de 600 de esas 900 cajas
deberán ser desplazadas. Un bouquiniste entrevistado por RFI lamentaba que no
se hubiera tenido en cuenta al colectivo con esta decisión: “Es una pena que ni
la prefectura ni la Alcaldía de París nos haya consultado. Esto nos pilló un
poco por sorpresa”
LAS SOLUCIONES DEL AYUNTAMIENTO NO CONVENCEN A LOS
BOUQUINISTES
El Ayuntamiento de París propuso
encargarse de la retirada y de la reinstalación de las cajas tras los Juegos
Olímpicos, así como de las reparaciones de aquellas cajas que pudieran ser
dañadas durante el traslado, lo cual supondría un desembolso de aproximadamente
1,5 millones de euros según Jérôme Callais, representante de la Asociación
cultural de bouquinistes de París.
Sin embargo, todavía no se ha presentado ningún plan
detallado de cómo se desarrollará el dispositivo de desplazamiento y los
bouquinistes desconfían.
“Algunas de estas cajas
llevan aquí cuarenta o cincuenta años, y si las mueven creo que no podrán ser
reinstaladas porque van a quedar inservibles. ¿Cómo van a manipularlas? El
ayuntamiento tampoco sabe cómo va a almacenarlas. Habrá gente que no podrá
guardar todo su material en sus cajas. Y luego la restauración, ¿cuánto tiempo
les llevará?”, explicó un bouquiniste entrevistado por RFI enfrente del
edificio de la Academie Française.
Otra de las soluciones
planteadas por la Alcaldía de la ciudad consistiría en celebrar una “feria de
bouquinistes” donde los libreros pudieran continuar trabajando durante los
Juegos Olímpicos. Esta alternativa tampoco convence a muchos de ellos, como
explicaba el librero Pierre Dalous: “Nosotros trabajamos con los transeúntes y
un poquito con la clientela habitual. Allí no tendremos ni a los unos ni a los
otros. ¡La gente no vendrá a buscarnos a otro sitio!” Por ahora, ninguna
indemnización ha sido propuesta para los bouquinistes que serán desalojados.
LOS BOUQUINISTES, UNA HISTORIA DE LUCHA DE VARIOS
SIGLOS
La historia de los bouquinistes
remonta al siglo XVI cuando vendedores ambulantes ya exponían sus libros en
caballetes, cestas y grandes mantas en el suelo de los puentes y muelles del
río Sena.
En aquella época eran
constantemente amenazados por las librerías y las autoridades reales. Hasta el
siglo XVIII los bouquinistes fueron perseguidos, su actividad se prohibió y se
reintegró en repetidas ocasiones.
Bajo el imperio de Napoleón III,
en la segunda mitad del siglo XIX los bouquinistes recibieron la autorización
para ejercer su oficio, pero continuaron teniendo que retirar su mercancía
durante la noche.
Sin embargo, en 1866, volvieron
a ser amenazados por las reformas urbanísticas del barón Haussmann que
pretendían desplazarles a un mercado. Pero los bouquinistes resistieron y en
1891 un decreto municipal les autorizó a dejar sus libros en el lugar de venta
que les era destinado.
Así aparecen las cajas que hoy
caracterizan la estampa del río Sena.
Más de 130 años después, los vendedores de libros siguen decididos a defender su oficio, sus puestos y sobre todo, su lugar histórico. Otro de ellos, Albert Abid, sentado junto a su puesto no muy lejos de la passerelle des Arts, no comprende del todo lo que define como una paradoja: "¿Cómo imaginarse los Juegos Olímpicos de París -se interroga- sin una parte de la ciudad? ¿Acaso hubieran desalojado Notre-Dame o la Torre Eiffel?".
POR áNGEL VALDEZ, PARA LISTIN DIARIO