AGENCIA
AFPManagua, Nicaragua
Eduardo Hislop baila cada semana
para recordar buenas épocas entre los apuros de una Nicaragua que soportó
terremotos, huracanes, una larga dictadura, una revolución y un conflicto
bélico alentado por Estados Unidos.
De 70 años y una figura delgada
que corona un sombrero "trilby", lleva chaleco y pantalón negro,
camisa blanca y zapatos negros, que le permiten moverse al ritmo de su
compañera Isolda, con quien comparte 30 años de pasión por la música del recuerdo.
Hislop asegura a la AFP que
busca explicar a la juventud "cómo se vestían en el tiempo de antes, bien
elegante, bien perfumado, con buenos zapatos, con buena camisa".
Centenares de jubilados y adultos mayores bailan para
recordar las fiestas que se realizaban en numerosos salones en Managua hasta
diciembre de 1972, cuando un potente terremoto destruyó la mayor parte de la
ciudad, dejando miles de víctimas y damnificados, pero también para rememorar
la música que les hizo danzar entre convulsiones políticas.
"Eso yo lo conocí, lo vi,
lo aprendí antes del terremoto, yo viví esos momentos y esa gente que andaban y
bailaban bien, y eso me encantó y hoy los imito", dice Hislop en el salón
de baile de la Central Sandinista de Trabajadores, en el que suena música
variada de las décadas de 1950 a 1980.
El edificio fue construido
hacia 1940 bajo el dictador Anastasio Somoza García, que en 1937 inició una
dinastía que se mantuvo hasta que una insurrección popular dirigida por el
izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en 1979 derrocó a
su hijo Anastasio Somoza Debayle.
Bajo el primer gobierno del FSLN, que en la década de 1980
enfrentó a los rebeldes derechistas "contras" patrocinados por
Estados Unidos, la Casa del Obrero adoptó el nombre de Central Sandinista de
Trabajadores.
- Sin pleitos ni política -
Al otro extremo del salón,
María Haydée Arias, de 73 años, comenta a la AFP que "a esta edad de
nosotros, la tercera edad, nosotros venimos a divertirnos sanamente y eso es lo
que me gusta porque aquí no hay pleitos, aquí no hay discusiones, todo es
hermandad".
Resuenan ecos musicales que abarcan sones y rumbas hasta
boleros, cumbias, rock clásico y disco en dos amplias salas de baile que
parecen detenerse tras sobrevivir al terremoto de 1972 en el Reparto El Carmen,
en el noroeste capitalino: la Casa del Obrero y el Centro El Ateneo.
Además de disfrutar del baile,
reunirse con amigos y combatir el estrés laboral, algunos conocen a sus futuras
parejas, comenta a la AFP Orlando Narváez, un relojero de 67 años asiduo a El
Ateneo.
"Es una de las mejores
experiencias porque los dos disfrutamos lo mismo: el baile, sin licor, sin
fumar (...), hoy tenemos cinco años de vivir, de convivir, juntos", señala
Narváez, uno de los bailarines destacados que incluso es invitado a programas
de televisión.
"Aquí no hay distinción
alguna, de ninguna especie, aquí todos somos iguales, todos bailamos, todos
conversamos, nos conocemos, nada más (...). No hay política, no hay nada, ni la
policía viene aquí siquiera porque sabe que aquí no hay pleito", sostiene
Narváez.
Verónica Mendoza, de 33 años y
pareja de Narváez, asegura que ha pasado su vida en "los bailongos",
desde que su madre la llevaba a las fiestas con solo 40 días de edad.
"Hasta que Dios me mande a traer, yo sigo viniendo a bailar", dice.
- Ecos matanceros -
En Nicaragua es profunda la
huella de la cubana Sonora Matancera, que en 1954 se presentó con su vocalista
Celia Cruz, al punto que existen varios clubes y asociaciones de
"matanceros" que mantienen la afición por la música de esa época.
Incluso el gobierno del
presidente Daniel Ortega, en el poder desde 2007 y reelegido tres veces en
comicios cuestionados por los opositores, promueve cada año festivales y
concursos matanceros para deleite de los jubilados.
El primer club matancero
surgió en la década de 1990.
"Formamos un club de 500
personas y ellos son los que vienen a bailar. Aquí se han conocido, aquí se han
enamorado, aquí celebramos los cumpleaños de ellos", señala a la AFP Osman
Balmaceda, de 54 años y presidente de la Asociación de Artistas de Nicaragua.
Marta Gutiérrez, de 58 años y
presidenta del Club Matancero de El Ateneo, dice que el baile ayuda contra el
estrés.
"Si yo quiero salir de la
rutina de mi casa, de mis nietos, de mis hijos, yo vengo 4 o 5 horas y yo llego
sana y llego dispuesta a pasar una semana de mucho trabajo a mi casa de
nuevo", explica a la AFP.
Hislop, por su parte, afirma
que el baile es fundamental para una vida sana.
"Claro hombre, ¡si son 70
años los que yo tengo!. Te imaginas venir a bailar viernes, sábado y domingo,
ir a correr, hacer ejercicio (...), mi pasión es por salud, venir a
refrescarme: me desestreso y duermo feliz", añade Hislop.