Las
economías de América Latina y el Caribe enfrentan en 2023 un complejo escenario
externo, marcado por bajo crecimiento en la actividad económica y del comercio
mundial. Adicionalmente, a las alzas experimentadas por las tasas de
interés a nivel mundial se agregaron las turbulencias financieras observadas a
comienzos de marzo lo que ha acentuado la incertidumbre y volatilidad de los
mercados financieros, dice hoy la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL).
Si bien se
han desacelerado las presiones inflacionarias, cabe esperar que las tasas de
política monetaria permanezcan altas a lo largo del 2023 en las principales
economías desarrolladas, indica.
En
este contexto de crecientes incertidumbres externas y restricciones internas,
la CEPAL espera que en América Latina y el Caribe se profundice la
desaceleración del crecimiento económico durante 2023, que alcanzará una tasa
del 1,2%.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), los países
de la región enfrentan nuevamente en 2023 un espacio limitado para la política
fiscal y monetaria.
Al igual
que en el resto del mundo, la inflación en la región muestra una tendencia a la
baja, y si bien se espera que podría estar próxima la conclusión del proceso de
alzas de tasas de interés en varios países de la región, los efectos de la
política restrictiva sobre el consumo privado y la inversión se harán sentir
con más fuerza este año, dados los rezagos con que actúa la política monetaria.
Además,
dada la reciente volatilidad financiera global evidenciada a partir de los
problemas en la banca de países desarrollados y, dado que la inflación regional
permanecería en niveles todavía elevados en comparación con los vigentes antes
de la pandemia, no es de esperar que se generalice todavía un ciclo de
relajamiento monetario en la región.
Espacio
fiscal
En lo fiscal,
las autoridades cuentan con poco margen de maniobra en tanto permanecen
altos los niveles de deuda pública. En un contexto de altas demandas por gasto
público, se requerirán medidas para fortalecer la sostenibilidad fiscal y
ampliar el espacio fiscal mediante el fortalecimiento de la capacidad
recaudatoria y redistributiva de la política tributaria, advierte el organismo.
La comisión
regional de las Naciones Unidas estima que todas las subregiones evidenciarían
menor crecimiento en 2023 en comparación con 2022. América del Sur crecerá un
0.6 % en 2023 (3.8 % en 2022), el grupo conformado por Centroamérica y México
lo hará en un 2.0 % (en comparación con un 3.5 % en 2022) y el Caribe (sin
incluir Guyana) crecerá un 3.5 % (en comparación con un 5.8 % en 2022).
América del Sur
se verá afectada por la baja en los precios de los productos básicos y por las
restricciones al espacio que la política doméstica tiene para apuntalar la
actividad.
La alta
inflación ha impactado los ingresos reales y está teniendo efectos sobre el
consumo privado y la inversión en los países.
En las economías
del Caribe la desaceleración esperada en 2023 se debe principalmente a que la
inflación ha impactado tanto los ingresos reales, y con ello el consumo, como
los costos de producción, con un efecto negativo en la competitividad de las
exportaciones tanto de bienes como de turismo.
Para las
economías de América Central y México, si bien el crecimiento de este año
representa una desaceleración respecto a 2022, se han dado en algunos casos
revisiones al alza respecto de lo que la CEPAL previó a fines del año pasado.
Esto debido a la revisión al alza del crecimiento de los Estados Unidos,
principal socio comercial y primera fuente de remesas de sus países, que
afectaría tanto al sector externo como al consumo privado. Además, los menores
precios de la energía previstos para este año en comparación con el 2022
actuarían a favor, dado que varias de ellas son importadoras netas de
energéticos.
La
proyección de crecimiento de 2023 para la región está sujeta a riesgos a la
baja ante la posibilidad de que resurjan y se acentúen las turbulencias del
sistema bancario global -o del sistema financiero en su conjunto- lo que
resultaría en un endurecimiento más persistente de las condiciones financieras
mundiales, con los consecuentes impactos sobre el acceso y costo de
financiamiento.
Junto a los
riesgos financieros, persiste la incertidumbre respecto de los efectos -sobre
el mundo y sobre la región- que pudiera conllevar la prolongación de la guerra
en Ucrania y el aumento en la fragmentación geoeconómica sobre el crecimiento
económico, los precios de las materias primas y el comercio mundial.