Santo Domingo, RD.-El cine de René Fortunato es investigación. No se piense en ambientación, escenografía, vestuario, maquillaje, tramoya, música o fotografía, actuaciones, diálogos y otros elementos clásicos de la puesta en escena.
Fortunato
trabaja con documentos, con papeles inéditos o que nadie recuerda, fotos
certeras y verdades ocultas que a veces duelen cuando salen a la luz, pero
necesarias para comprender el tiempo transcurrido.
Su
maestro es el realizador cubano Santiago Álvarez, fundador del Noticiario ICAIC
Latinoamericano y autor de algunos documentales que le han dado la vuelta al
mundo.
Fortunato
hoy, y Álvarez ayer, han sido maestros del fotomontaje, de incluir imágenes
históricas a manera de leitmotiv para resaltar la trascendencia de ciertos
acontecimientos, héores y personas que, de otra forma, habrían perecido en el
olvido.
Toda la
obra de Fortunato está basada en la historia política dominicana, en momentos
culminantes o tristes de ese acontecer que nos ha definido como nación.
Ahora, en
pleno siglo XXI, cuando las nuevas tecnologías apuntan hacia un cine distinto,
él continúa demostrando la vigencia del oficio de otrora. No traiciona su forma
de hacer cine. Por el contrario, la mantiene con altura a como de lugar,
siempre buscando el ángulo novedoso, el tema a debate, la impronta del
realizador que no cree en milagros sino en la pulcritud de su profesión.
René
Fortunato es un creador y como tal, no pretende simpatía o desgaire. En cambio,
sus piezas cinematográficas son alimento para el debate de ideas, para la
confrontación de puntos de vista controversiales, para que los espectadores
entiendan la necesidad de ejercer el criterio como único vehículo para
enfrentarse a la verdad.
Su más
reciente documental, “Caamaño. Militar a guerrillero”, es prueba de que sus
facultades creativas no han descendido con el paso de los años, sino que han
madurado y se encuentran en plenitud de facultades.
A través
de esta nueva propuesta del cine documental dominicano da a conocer una parte
distinta de lo que fue la vida de Francisco Alberto Caamaño Deñó, lo que podría
ser considerado una continuación de su largometraje de 1988 titulado: Abril, La
Trinchera del Honor.
En esa
primera parte resalta lo que significó la figura del coronel Caamaño en la
resistencia a la intervención norteamericana de 1965. En su más reciente obra
ofrece informaciones contundentes sobre la vida del mismo a partir de su salida
de República Dominicana en 1966 hasta su regreso en febrero de 1973, donde tuvo
un trágico final.
De manera
general, lo primero que resalta en esta obra es la claridad de su discurso y la
fortaleza de las pruebas que aporta. Desde su comienzo engancha al espectador
con la fusión perfecta entre información de interés, recursos visuales,
precisión de imágenes y videos, así como la aplicación de recursos auditivos de
la época.
La
estructura del documental funciona bastante bien, debido a que una voz en off
es la que guía a la audiencia y dirige el discurso visual durante los 85
minutos que dura la experiencia. No obstante, la mayoría de datos que se
aportan del entrenamiento fuera del país del coronel Caamaño provienen de las
personas que tuvieron un acercamiento directo con él.
A pesar
de la información novedosa que se brinda, falta el contraste y la visión
crítica de los acontecimientos que se movían a sus espaldas.
Uno de
los puntos que puede ser más impactante para el público es conocer las tantas
dificultades a las que se enfrentó el coronel Caamaño mientras estuvo en Cuba.
Mediante esta parte de su historia se da a relucir el gran pesar que tenía con
su patria y cómo siempre mantuvo en su mente el luchar en beneficio de la
soberanía nacional.
Con esta
información se comprende que las circunstancias de la vida tuvieron cambios
irrevocables en su estado mental, así como en su comportamiento.
Al llegar
a Cuba dejó atrás al propio Francisco Alberto Caamaño Deñó y dio paso a un
alter ego conocido como el comandante Román, quien era mucho más estricto,
cauto y de bajo perfil en su accionar.
Se dice
que para entender mejor quién era este complejo hombre, pero a la vez lleno de
virtudes, se debían visualizar como personas diferentes a tres partes de sí
mismo: el coronel Caamaño, el héroe de abril y el guerrillero que desembarcó en
Playa Caracoles, quien fue el reflejo de todo lo que pasó en Cuba.
Dos
puntos clave que se resaltan en el largometraje sobre los obstáculos que
enfrentó en el país antillano fueron su condición física y su personalidad.
En
relación con su físico, se menciona que durante uno de los entrenamientos se le
rompió un cartílago de la rodilla, por lo que tuvo que someterse a tratamientos
médicos para volver a adquirir parte de sus conocidas habilidades físicas.
Acerca de
su personalidad se destaca un hecho curioso: al formarse con mentalidad de
milicia, no era dado a involucrarse en discusiones ideológicas. Asimismo, el
inconveniente principal lo tuvo con sus compañeros revolucionaros, quienes no
se sintieron del todo cómodos con la manera en que este se comportaba.
El
problema fue tal que, en un principio, contaba con cien hombres que al final se
redujeron a ocho a raíz de varias situaciones y solo con estos regresó a su
República Dominicana para crear un movimiento guerrillero que alcanzara la
victoria. A pesar de los imprevistos enfrentandos, Caamaño nunca asumió la
soledad como manera de separar de su lado a quien no compartiera su forma de
dirigir los combates, pues para él era una realidad que, a mayor dificultad,
mayor honor.
Por esta
razón, muchos afirman su determinación de llegar a su patria a morir, lo cual
nunca fue afirmado por él mismo ni por sus conocidos, pero tomando en cuenta su
evidente desventaja para luchar en situaciones de inferioridad de hombres y
armas, ese señalamiento se podría considerar como una posibilidad real.
Y es
justo de esta manera, entre muchas otras cosas más visualizadas en el
documental de Fortunato, que Caamaño pasó de ser un militar a un guerrillero.
René Fortunato es el cineasta que más ha trabajado la figura de Caamaño y su obra por la libertad. Continuar su realización es su tarea pendiente. Aún quedan muchos aspectos inéditos de su vida ejemplar y su permanencia en Cuba que merecen ser contados. Por: Cibely Ramírez | Luis Beiro, para listín diario