Pese al impacto del COVID-19, los países lograron que la malaria no subiera en 2021

Aros News
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UNICEF/Mark Naftalin Una mujer recibe medicación para tratar a su hija de cuatro años enferma de paludismo en el estado de Jonglei, Sudán del Sur.

A pesar de que el impacto del COVID-19 ha afectado en general en muchos aspectos de nuestra salud, los casos de malaria y su mortandad permanecieron estables durante 2021.

La Organización Mundial de la Salud calcula que el año pasado se produjeron 619.000 muertes por malaria en todo el mundo, frente a las 625.000 del primer año de la pandemia y las 568.000 de 2019, antes de la llegada del virus.

Aunque los casos siguieron aumentando entre 2020 y 2021, el ritmo fue más lento que entre 2019 y 2020. 

El recuento mundial de casos de malaria alcanzó los 247 millones en 2021, frente a los 245 millones de 2020 y los 232 millones de 2019. 

"Nos enfrentamos a muchos retos, pero hay muchas razones para la esperanza", dijo el director general de la agencia de la ONU al dar a conocer el informe de situación anual.

Para el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, "reforzando la respuesta, comprendiendo y mitigando los riesgos, aumentando la resiliencia y acelerando la investigación, hay muchas razones para soñar con un futuro sin paludismo".

Mosquiteros salvavidas 

En 2020, se distribuyeron más mosquiteros tratados con insecticida (ITN, por sus siglas en inglés) que en cualquier otro año registrado. Estas redes son la principal defensa en la mayoría de los países donde la malaria es endémica.

Su distribución durante 2021 continuó siendo sólida en general, y similar a los niveles prepandémicos.

Sin embargo, Benín, Eritrea, Indonesia, Nigeria, Islas Salomón, Tailandia, Uganda y Vanuatu distribuyeron menos del 60% de sus mosquiteros tratados con insecticida, y Botsuana, República Centroafricana, Chad, Haití, India, Pakistán y Sierra Leona no dispensaron ninguno.

En 2021, la prevención estacional de la malaria, una intervención muy eficaz basada en las comunidades, llegó a casi 45 millones de niños en 15 países africanos, lo que supuso un aumento sustancial respecto a los 33,4 millones de 2020 y los 22,1 millones de 2019.

Y a pesar de los desafíos logísticos y de la cadena de suministro durante el COVID-19, en 2020 se distribuyó entre los centros de salud un número récord de pruebas de diagnóstico rápido de la malaria.

Banco Mundial/Arne Hoel Niño en Ghana protegido por una mosquitera

Pero quedan retos

A pesar de los éxitos en la contención de la enfermedad, los retos continúan, especialmente en África, que soportó cerca del 95% de los casos y el 96% de las muertes en todo el mundo en 2021.

Las perturbaciones durante la pandemia y las crisis humanitarias convergentes, los desafíos del sistema de salud, la financiación restringida, el aumento de las amenazas biológicas y la disminución de la eficacia de las herramientas básicas de reducción de enfermedades, amenazaron la respuesta mundial.

"A pesar de los progresos, la región africana sigue siendo la más afectada por esta enfermedad mortal", dijo el director regional de la OMS para África, Matshidiso Moeti, señalando que las nuevas herramientas y la financiación para desplegarlas son "urgentemente necesarias para ayudar a derrotar la malaria".

La financiación de la malaria en 2021 se situó en 3500 millones de dólares, un aumento respecto a los dos años anteriores, pero muy por debajo de los 7300 millones que se calcula que se necesitan a nivel mundial para seguir por el buen camino.

Otros obstáculos

Al mismo tiempo, la disminución de la eficacia de las principales herramientas de control de la malaria, sobre todo los mosquiteros tratados con insecticida, está impidiendo que se siga avanzando en la lucha contra la enfermedad. 

Entre las amenazas se encuentran la resistencia a los insecticidas, el acceso insuficiente a estos insecticidas y la pérdida del insecticida de los mosquiteros debido a que su uso es mayor que el tiempo de reemplazo.

Otros riesgos crecientes son las mutaciones parasitarias que afectan a las pruebas de diagnóstico rápido, la creciente resistencia de los parásitos a los medicamentos contra la malaria y la invasión de un mosquito resistente a los insecticidas.

Se estima que en 2021 se suministraron en todo el mundo 242 millones de terapias combinadas a base de artemisinina -el tratamiento más eficaz contra la malaria por P. falciparum-, frente a los 239 millones de 2019.

Nuevas vías de esperanza

Para que los países africanos construyan una respuesta más resistente a la malaria, la agencia de la ONU ha lanzado recientemente una estrategia para frenar la resistencia a los medicamentos antipalúdicos y una iniciativa para detener la propagación del vector de la malaria Anopheles stephensi.

Además, un nuevo marco mundial para responder al paludismo en las zonas urbanas, desarrollado conjuntamente por la Organización Mundial de la Salud y ONU-Hábitat, ofrece orientación a los dirigentes de las ciudades y a las partes interesadas en el paludismo.

Mientras tanto, una sólida línea de investigación y desarrollo está lista para aportar una nueva generación de herramientas de control del paludismo que podrían ayudar a acelerar el progreso hacia los objetivos mundiales establecidos, incluidos mosquiteros de larga duración con nuevas combinaciones de insecticidas, repelentes espaciales e ingeniería genética de mosquitos. 

También están en preparación nuevas pruebas de diagnóstico, medicamentos de nueva generación para combatir la resistencia a los fármacos y otras vacunas contra la malaria.

Según el informe, los países donde la malaria es endémica deben seguir utilizando un enfoque de atención primaria para reforzar los sistemas sanitarios y garantizar servicios e intervenciones de calidad para todos los que los necesiten. 

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