El mayor
quebranto que pudiera padecer una democracia es aquel que se deriva de la
pérdida de la libertad de expresión.
Democracia
y libertad son valores consustanciales. Ninguna puede existir auténticamente si
le falta la otra.
La
democracia se pierde cuando la sustituye la dictadura. Y la segunda, la libertad
de expresión, cuando la asfixia el silencio de la censura total.
En ese enfoque concuerdo con el laureado periodista español Federico Jiménez
Losantos, para quien la democracia es un régimen de opinión pública que se
nutre de la libre discusión de las ideas, en la más amplia pluralidad.
Este
apotegma, justamente, constituyó la parte medular del discurso con el cual José
Luis Corripio Estrada (Pepín), aceptó el homenaje nacional que le rindió el
Senado de la República el pasado día 5.
“La libertad es
la madre de nuestra democracia”, dijo entonces para subrayar que sin ella no
hubiese prevalecido la libertad de expresión, tantas veces amenazada en nuestra
historia, y otras libertades humanas.
Como propulsor de medios de comunicación, impresos y televisivos, Pepín
Corripio ha sido consecuente con sus convicciones y nunca ha pretendido crear
distintivos entre información y opinión, ni narigonear o influir en sus
directores.
Porque está
seguro de que si faltara la opinión, a la falsa democracia que deriva en
dictadura del silencio le resultaría fácil acomodar a su gusto y antojo las
noticias o informaciones bajo el predicamento de que estas deben ajustarse a
los parámetros, hoy en boga, de las llamadas leyes de “gestión de noticias”.
Esa es la trampa
que han tendido muchos regímenes para ejercer el control político de los
medios, que pasa por mecanismos sutiles o abiertos de presión a dueños ,
ejecutivos y redactores de las empresas periodísticas, como si viviéramos en la
época de la Inquisicion.
Algunos podrían
doblegarse o convertirse en simples correas de trasmisión de esas presiones,
pero por fortuna aquí prevalece una cultura robusta que defiende este
sustancial derecho.
Esa cultura de
la pluralidad de opinión resiste toda pretensión de imponer leyes de asepsia
noticiosa a la información, y de ahí el valor de la defensa que hizo Pepín
Corripio, al principio de la libertad plena, sin condicionantes.
Sus palabras son
claras:
“Entendimos (en
relación con la libertad de expresión) que era una obligación moral mantenerla
y preservarla desde nuestros medios de comunicación, por lo que desde ellos
aupamos la libre expresión de las ideas haciendo que fueran, tal como reza
nuestro slogan “la voz de todos”, por dar participación ecuánime, libre e
independiente a las diferentes expresiones de pensamiento político y
filosófico, en todas sus versiones”.
Por:
Miguel
Franjul, para listín diario