No está dispuesto a distanciarse de Vladimir Putin, aunque sus socios comunitarios intenten acorralarlo con los fondos europeos. El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, ha complicado cada uno de los paquetes de sanciones de la Unión Europea contra Rusia, incluso hasta lograr eliminar al patriarca Kirill de la lista de castigados. El polémico líder húngaro provoca deliberadamente sin disimular sus sociedades con el jefe del Kremlin.
Su persistente intransigencia, busca infligir a la Unión Europea un golpe duro: entregar a Rusia y el mundo la imagen de un bloque fracturado, mientras Moscú despliega una cruel invasión de Ucrania y cuando las presiones sobre el suministro energético al continente hieren las relaciones entre los socios.
Orban ha ofrecido recientemente una prueba sobre su falta de confiabilidad. Hace días puso escollos para el embargo a las importaciones de petróleo ruso, bloqueos que levantó luego de chantajear a sus vecinos para que confieran excepciones ventajosas para su país, el cual podrá seguir comprándolo. El laborioso acuerdo, horas después, quedó nuevamente trabado cuando los europeos debieron conceder otros pedidos para que las sanciones se concretarán.
El miércoles pasado, el embajador de la UE en Budapest presentó sorpresivamente una nueva objeción: mientras Kyrill, el patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Rusia, en la lista de sancionados por sus vínculos comerciales y estratégicos con Putin, sea “perseguido” el acuerdo no se sellaría. Este personaje, un defensor que ofrece justificativos a los crímenes del presidente ruso, debía ser castigado con la prohibición de viajar a la UE. Este partidario de la guerra, además iba a ser embargado y sus cuentas congeladas.
Aunque parece estar aislado entre los socios, es el hombre que desafía la unidad de los Veintisiete. Incluso los países de Europa Central, Eslovaquia, Bulgaria, República Checa, también altamente dependientes de la energía rusa, no se solidarizaron a él en su obstrucción al embargo. No consideran, como él, que la política de sanciones sea “errónea y peligrosa”. Orbán, que gobierna desde 2010, que ha logrado con holgadez su reelección, es un experto en utilizar el principio de unanimidad de la UE a su favor. Sabotear con esta estrategia, hasta el momento le ha servido.
En abril pasado ganó las elecciones por tercera vez consecutiva. Logró una mayoría de dos tercios en el Parlamento, lo que le permite cambiar la Constitución a su medida. Durante la campaña, sus oponente, casi no aparecieron en televisión, ya que maneja todos los medios. Una elección “observada” por su falta de transparencia.
“No lanzaron la bomba nuclear sobre la economía húngara y podemos seguir operando como hasta ahora”, dijo cuando logró quedar excluido del cierre de gripo al oro negro ruso. “Las familias pueden dormir tranquilas, hemos descartado lo más descabellado”, asi cuestionaba la idea del embargo de la Comisión Europea, declarando la victoria.
Orbán, un populista astuto, orquesta su relato para elevarlo a la idea que él es el máximo protector de los húngaros frente a los extravíos europeos. Sus repetidos dichos, que liman los valores comunitarios y occidentales, anticipan que sus reclamos y obstrucciones continuarán.
Más allá de los desacuerdos puntuales, los reiterados levantamientos del primer ministro visibilizan la existencia de un líder político incompatible con el espíritu del comunitario. Desde 2010 en en el poder, Orbán ha hecho de Hungría una democracia antiliberal, donde su partido, Fidesz, ocupa efectivamente el Estado, construye una oligarquía asociada a sus intereses, limita la independencia de los poderes y restringe la libertad de prensa. Una autocracia que corroe desde adentro a la Unión Europea.
Imposible de encarrilar. Ponerle un corset ha sido el intento de los Veintisiete. Fallidos hasta el momento, a pesar que el populista haya sido privado de los fondos de recuperación europeos por sus medidas en contra del Estado de derecho y por la corrupción asociada a su gobierno. Lejos de esto, tambien ha ligado sus más radicalizadas posturas a las derechas intransigentes de los Estados Unidos y Europa.
Marine Le Pen en Francia, Santiago Abascal en España o Matteo Salvini en Italia, al menos estos tres dirigentes en su foco. Orbán busca alianzas de extrema derecha con el deseo de una frente ultranacionalista. Por ahora, el acceso a los fondos de los Veintisiete podrían representar un límite.
Las exenciones que obtuvo para seguir comprando petróleo ruso pueden alimentar el sabotaje. Tiene ventajas competitivas entre sus socios. Un precio bajo del crudo, hace temer que Orbán no acepte ninguna capitulación en el corto plazo. Así su politica de chantaje podria continuar.