Comediante, guionista, actor y director de cine, en varias ocasiones fue elegido como el mejor humorista de Estados Unidos y Reino Unido. Sin embargo, la fama mundial le llegaría tras el violento episodio ocurrido en los Oscar
A veces, un minuto de la vida te cambia la vida en un minuto”, dicen por ahí. Algo de eso le sucedió a Chris Rock, que luego de la bofetada de Will Smith en la última entrega de los Oscar vio cómo su nombre se replicaba en millones de portales, programas y posteos en redes sociales. El hombre que varias veces fue elegido como el mejor humorista de Estados Unidos y Reino Unido de pronto era trending topic y ocupaba casi tantos minutos de noticias como la invasión de Rusia a Ucrania. ¿Mundo loco? Vaya uno a saber.
Christopher Julius Rock, mejor conocido como Chris Rock, nació el 7 de febrero de 1965 en Andrews, Carolina del Sur. Sus padres tenían buenos trabajos. Julius era camionero y Rosalie, maestra. Pero también era una familia numerosa, con siete hijos, el matrimonio decidió buscar nuevas oportunidades, y hubo varias mudanzas hasta instalarse definitivamente en Brooklyn, Nueva York. Rosalie comenzó a trabajar con chicos con discapacidad y Julius, cuando no estaba arriba del camión, repartía periódicos.
Para los Rock, Nueva York parecía ser el lugar adecuado para una vida mejor, pero las expectativas muchas veces chocan de frente con la realidad y pierden por nocaut. Buscando una buena escuela para sus hijos, el matrimonio escuchó que en la secundaria James Madison lo docentes eran muy buenos y las instalaciones adecuadas, así que inscribieron a Chris.
El muchacho comenzó las clases con esa mezcla de temor y curiosidad que se siente al ser el nuevo. La curiosidad pronto se disipó pero el temor, no. Era 1972 y Chris era uno de los pocos alumnos negros en una escuela donde la mayoría eran blancos. En un país donde solo cuatro años antes habían matado a Luther King, los padres de sus compañeros lo recibieron con pancartas donde se leía: “Nigger, vete a casa”.
En un tiempo donde ante el acoso escolar la respuesta de los adultos solía ser “aguantátela” y donde el hostigamiento se percibía como “parte de la vida”, Chris pronto fue objeto de burlas y agresiones. “La mitad de la intimidación se debió a que yo era solo un niño pequeño y negro. Me estaban ridículamente intimidando”, narró para un podcast con Dana Carvey y David Spade.
Apodos denigrantes, bromas mortificantes, violencia, escupitajos y globos cargados con orina eran parte de la cotidianeidad. La escuela no era su segundo hogar sino su primera prisión; los acosadores lo superaban en tamaño y número. Cansado de la agresión constante, decidió defenderse. “Puse un ladrillo en una mochila, esto es como una historia legendaria en mi vecindario, y luego golpeé al tipo en la cara con este ladrillo y lo pisoteé, estilo Joe Pesci, hasta el punto de que pensamos que podría morir”, relató.
Luego de ese episodio tomó dos decisiones: dejó el colegio y comenzó terapia. “Es una larga historia pero, para resumir, mi terapeuta me dijo que desde ese día he tenido miedo a cabrearme: ‘Esa persona sacó algo tuyo y tienes tanto miedo de que vuelva a pasar, que dejas que todo el mundo te pase por encima’”. El actor asegura que la terapia -llegó a hacer siete horas semanales- le permitió mejorar control de sus emociones. “Ahora puedo decir: ‘Oye, no me gusta lo que me dijiste’, sin perder la cabeza, sin golpear a alguien con un maldito ladrillo”. ¿Será por esto que no contestó la cachetada de Smith? Cada lector sacará sus propias conclusiones.
Con el colegio secundario abandonado, Chris buscó trabajo: solo consiguió empleo en una casa de comidas rápidas. Para entonces notó que tenía una veta muy histriónica que, aseguraban en su familia, había heredado de su abuelo predicador. Era chistoso incluso cuando no quería serlo. Cada vez que defendía algún tema con pasión, en vez de convencer a sus interlocutores se reían, por más que él intentaba hablar en serio. “Vaya, tengo algo aquí”, pensó un día, y decidió que sería comediante.
Para lograr su sueño comenzó bien de abajo. Se presentaba en los sótanos de clubes y restaurantes donde, a cambio de limpiar mesas y trapear pisos, lo dejaban realizar su rutina humorística. Si a veces el destino hace zancadillas, otras te da la mano. Una noche, entre los asistentes al show apareció Eddie Murphy, que descubrió que ese muchacho flaco y desgarbado también era gracioso y talentoso. Al terminar el espectáculo le prometió ayudarlo en su carrera.
Con el padrinazgo de Murphy, Rock comenzó a hacerse conocido. Murphy le consiguió un pequeño papel en Un detective suelto en Hollywood II y lo ayudó a entrar en Saturday Night live. En el clásico programa pronto se hizo amigo de Chris Farley, Adam Sandler, Rob Schneider y David Spade. Al grupo lo apodaban “Los chicos malos de Saturday Night live”. Con el tiempo, esos chicos malos se convertirían en señores exitosos y con abultadas cuentas bancarias, lo que no es garantía de felicidad pero sí de tranquilidad a fin de mes.