En la eucaristía celebrada en la mañana del domingo 3 de
abril ante el Pueblo de Dios, los representantes de las Iglesias cristianas y
otras confesiones religiosas, el Santo Padre invitó, una vez más, a no
cansarnos nunca de pedir perdón. “No hay pecado o fracaso que al presentarlo a
Él no pueda convertirse en ocasión para iniciar una vida nueva, diferente, en
el signo de la misericordia. No hay pecado que no pueda ir por este camino.
Dios lo perdona todo. Todo”, aseguró el Obispo de Roma.
Ante la presencia de unas 20.000 personas, entre ellas
representantes de las Iglesias cristianas y de otras confesiones religiosas, el
Santo Padre presidió la misa en la Plaza de los Graneros en Floriana, Malta.
Este sitio está ubicado fuera de las murallas de La Valletta, capital de Malta,
y preside la Iglesia de San Publio, considerado el primer obispo de Malta y
quien, según la tradición, acogió en la Isla al Apóstol Pablo náufrago.
Este
domingo 3 de abril, segundo y último día de su viaje apostólico a la República
de Malta, corazón del Mediterráneo, en la homilía Francisco comentó el pasaje
de la mujer adúltera, del Evangelio del día (Jn. 8,1-11), y expresó que el
escenario se muestra sereno: una mañana en el lugar santo, en el corazón de
Jerusalén.
“El protagonista es el pueblo de Dios, que
busca a Jesús, el Maestro, en el patio del templo. Desea escucharlo, porque lo
que Él dice ilumina y reconforta”, consideró.
Su enseñanza no
tiene nada de abstracto, toca la vida y la libera, la transforma y la renueva.
Ese es el “olfato” del pueblo de Dios, que no se conforma con el templo hecho
de piedras, sino que se reúne alrededor de la persona de Jesús. En esta página
se vislumbra al pueblo de los creyentes de todos los tiempos, el pueblo santo
de Dios, que aquí en Malta es numeroso y vivaz, fiel en la búsqueda del Señor,
vinculado a una fe concreta, vivida. Les doy las gracias por esto.