Antonio
Martín Guirado/EFE
Madrid
Sidney
Poitier, el primer dandi negro de Hollywood, deja tras su muerte este viernes a
los 94 años un rastro de rectitud, elegancia y saber estar que ningún otro
actor ha podido personificar como él en los más de 50 años de carrera que deja
a sus espaldas.
Pero,
ante todo, y casi por encima de su sello como primer actor de color en
conseguir un Óscar ("Lilies of the Field", 1964), Poitier fue el
símbolo de Hollywood durante el movimiento por los derechos civiles, un periodo
en el que se convirtió en la mayor estrella de la industria del cine americano.
El
fallecimiento de Potier ha sido confirmado por el ministro de Asuntos
Exteriores de Bahamas en un comunicado en el que no precisa más detalles de la
causa de la muerte del legendario actor, nacido en Miami en 1927 y de padres
naturales de la isla de Cat.
El
intérprete, director, activista y diplomático estadounidense de origen bahameño
fue un auténtico ídolo de Hollywood, con medio centenar de películas a sus
espaldas, entre las que destacan To Sir, with Love", "In the Heat of
the Night" y "Guess Who's Coming to Dinner", estrenadas entre
junio y diciembre de 1967 - justo cuando las calles ardían-, éxitos que
cimentaron su icónico estatus en la sociedad estadounidense.
Esas interpretaciones,
que en mayor o menor medida hablaban del racismo en EEUU, ayudaron a derribar
las barreras sociales entre afroamericanos y blancos, y le convirtieron en la
primera gran estrella negra de la industria.
Poitier
lo consiguió con talento, conciencia, integridad, carisma y un encanto
extraordinario, sin que eso impidiera a sus personajes replicar a una bofetada
o pedir respeto con iracunda frialdad.
Su figura
fue un bálsamo para el público, alguien con la contención de Martin Luther King
en plena era de rebeldía y convulsión.
Sus películas mostraron la división estadounidense, pero también las ganas y el deseo
de unirse para dejar atrás la confrontación, un mensaje que quedó grabado a
fuego en el rostro impávido del actor, imagen de la resistencia y estandarte de
la dignidad en unos tiempos donde el cine pedía a gritos la figura de un héroe
que ejemplificara esa lucha por la igualdad.
Y Poitier
no solo aceptó ese rol, sino que agitó las conciencias.
"Los negros que aparecían en las películas cuando yo empezaba siempre eran estereotipos
negativos: payasos, mayordomos arrastrados, inadaptados... Yo elegí no formar
parte de esos tópicos. Quiero que mis hijos se vean reflejados en el
cine", explicaba el intérprete en 1967.
Que
Poitier naciese en EE.UU. fue fortuito. Sus padres, ciudadanos de las Bahamas y
propietarios de una granja de tomates, viajaron a Miami a vender la cosecha
cuando la mujer se puso de parto de forma prematura.
Poitier
nació el 20 de febrero de 1927, pero se crió junto a sus seis hermanos en Cat
Island, la humilde localidad de las Bahamas donde pasó sus diez primeros años
de vida. De allí se trasladó a Nassau y poco después se fue a Florida a vivir
con uno de sus hermanos mayores.
Solo
entonces comenzó a comprobar el racismo que existía en aquel país que comenzaba
a ser su hogar, adonde acudió con un encargo de su madre: "Cautívalos,
hijo. Haz que sean neutrales".
Sin
educación, sin apenas dinero pero con la firme determinación de convertirse en
artista, Poitier se desplazó a Nueva York en busca de oportunidades, aunque al
principio pasara más tiempo lavando platos que aprendiendo a leer.
En 1945
entró en un programa de educación teatral y, apenas cinco años después, logró
su primer papel en una película: ""No Way Out", dirigida por un Joseph
L. Mankiewicz que se había propuesto rodar películas que dieron protagonismo a
artistas afroamericanos.
Después
llegarían títulos como "Blackboard Jungle" (1955), "Edge of the
City" (1957), "The Defiant Ones" (1958), "A Raisin in the
Sun" (1961) o "Pressure Point" (1962), antes de que ganara el
Óscar y enlazara las tres películas que lo solidificaron como un talento
trascendente.
Más
adelante, en las décadas de 1970 y 1980, se aventuró en la dirección de
películas como "Buck and the Preacher" y "Stir Crazy"
-protagonizada por Gene Wilder y Richard Pryor-, aunque siguió apareciendo en
obras como "Shoot to Kill", "Little Nikita",
"Sneakers" y "The Jackal".
Su último
papel fue en el telefilme "The Last Brickmaker in America", en 2001,
un año antes de que la Academia de Hollywood le entregase el Óscar honorífico
de manos de Denzel Washington, su gran sucesor en la industria.
Poitier
subió al escenario y, tras llevarse la mano al corazón, dijo: "Acepto este
premio en recuerdo de todos los actores afroamericanos que lucharon antes que
yo en los años difíciles", con la misma pose de dignidad y compostura con
la que sus más recordados personajes hacían frente a la ignorancia y el odio.
Su última
aparición pública fue en la 86 edición de los Óscar, en 2014, donde entregó un
premio junto a Angelina Jolie; en 2016 fue galardonado con un Bafta
honorífico.