Anna
Fryer
New York,
Estado Unidos
A Simone
Biles entiende ahora que su sufrimiento comenzó mucho antes de su llegada a los
Juegos Olímpicos de Tokio.
Ya en la
capital japonesa, el rostro extraoficial de las justas y una de las mejores
gimnastas de la historia era incapaz de esbozar una sonrisa, aunque fuera
forzada. Tampoco le era posible destacarse en el mayor escenario mundial para
este deporte.
Biles
había perseverado durante el escándalo de abusos sexuales y emocionales
generalizados que estremeció a la comunidad de la gimnasia en Estados Unidos.
Continuó con su intenso entrenamiento y preparación para los Olímpicos durante
la posposición de un año por la pandemia.
Estaba
bien, según trataba ella misma de convencerse.
Pero en
julio, cuando la estrella ganadora de siete medallas olímpicas se dispuso a
realizar su rutina de manos libres como parte de la final por equipos, no
estaba bien. Sufría un bloqueo mental, que le hacía perder el control de su
cuerpo cuando estaba en el aire.
Su mente
y su cuerpo no podían sincronizarse. Así que abandonó la competición.
“Pienso
que definitivamente todas esas emociones extremas, las agresiones durante los
últimos dos años y los traumas llevaron a ese momento, en que todo se rompió
justo cuando yo estaba en el escenario global”, dijo Biles.
Tras
reconocer que su mentalidad no era la adecuada para competir en forma segura,
Biles se terminó retirando de cuatro eventos. Volvió para ganar un bronce en la
viga de equilibrio. El hecho de que haya reconocido de una manera tan pública
sus problemas trajo reminiscencias de lo ocurrido meses antes con la tenista
japonesa Naomi Osaka, quien se retiró del Abierto de Francia y decidió que no
jugaría en Wimbledon.
Y estos
episodios redefinieron la discusión sobre la salud mental en el deporte.
— Calvin
Ridle, receptor de los Falcons de Atlanta: “Esto me ayudará a ser la mejor
versión de mí mismo, ahora y en el futuro”.
—Lane
Johnson, tackle izquierdo de los Eagles de Filadelfia; “Yo viví en el infierno
por mucho tiempo. No hay que guardarse los sentimientos. Es fácil hacerlo para
evitar las situaciones por las que uno no quiere