Por Iyad Abuheweila
12 de mayo de 2021
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CIUDAD DE GAZA— La
noche del martes, los habitantes de Gaza tomaron las calles y celebraron el
sonido de los cohetes dirigidos a Israel apenas
días después de que la policía israelí tomó por asalto uno de los lugares más
sagrados del islam. Algunos bailaban y cantaban.
“¡Vamos! ¡Vamos!
¡Vamos!” gritaban. “Dios está con ustedes.”
Pero la mañana del miércoles la algarabía se había detenido cuando los gazatíes salían aturdidos de sus casas después de lo que algunos describieron como los bombardeos aéreos más intensos desde el reavivamiento de las hostilidades transfronterizas entre israelíes y palestinos a principios de esta semana. Tras una noche de ataques esporádicos, el bombardeo final se prolongó durante una hora que pareció interminable, que empezó alrededor de las 6 a. m.
En un barrio, cerca de Zeitoun y Sabra, los vecinos revisaban sus
casas para identificar los daños y buscaban información desesperadamente sobre
el próximo objetivo probable de los misiles.
Hamás y otros militantes han estado intercambiando fuego con Israel desde el lunes. Decenas de palestinos han muerto en Gaza, entre ellos 16 niños hasta el miércoles, según comentaron funcionarios. En Israel al menos seis civiles habían muerto, entre ellos un niño.
En
Gaza, no obstante, algunos jamás habían sentido nada con tanta intensidad como
la ola de ataques de la mañana del miércoles.
Hosam Salem para The New York Times
Algunos relataron que sintieron como si las ondas expansivas les
estuvieran golpeando la cara y el cuerpo, como si su propio vecindario
estuviera siendo atacado. Desorientados, se tambalearon hacia las ventanas para
mirar hacia afuera.
“Mis dos
hijos despertaron y me preguntaron ‘¿Qué está pasando?’”, dijo Issa. Respondió
con agilidad y les recordó que se acercaba el fin del Ramadán. “Les dije son
los festejos del Eid”.
Pero
en la época en que los musulmanes rezan por el perdón y la llegada de un buen
año, el ciclo de represalias que se desenvuelven en Israel y en Gaza ha
engendrado amargura. Issa recordó estar de pie cerca de una ventana en su casa
la noche del martes y ver cómo despegaban los cohetes.
“Rezaba con el corazón que los cohetes dieran en el corazón de Tel
Aviv”, dijo.
“El ruido era muy muy horrendo”, dijo Sabtie. “Era como un estado de guerra. Cohetes disparados desde Gaza hacia Israel el miércoles.
Haitham Imad/EPA vía Shutterstock Es la primera vez que escucho algo como esto”.
¿Tuvo miedo? Sí, dijo. Pero también se había llenado de alegría al ver que los palestinos peleaban.
“Nuestras ambiciones no son de guerra”, dijo Sabtie. “Nuestras ambiciones son la seguridad y la paz. Tenemos que hacer esto. No queremos ser golpeados e insultados. Queremos golpear en respuesta”.
Los gazatíes intentan minimizar el riesgo para sus familias pero,
al mismo tiempo, están conscientes de que hay pocos lugares en la ciudad para
refugiarse. Así que se conforman con los pequeños detalles y con la suerte.
Algunos dejan las
ventanas abiertas durante los ataques para evitar que el cristal de pronto se
convierta en una cascada de vidrios rotos. Muchos intentan distinguir la
dirección de la que proviene el bombardeo más intenso y se trasladan a la
habitación más alejada. Hay carreras hacia los cuartos y apartamentos a nivel
del suelo.
Y luego, sobre
todo, intentan dormir. Si pueden.
La noche del
martes, un comerciante en una torre de oficinas fue uno de los que evacuaban
después de que escucharon que Israel anunció que la torre sería objetivo de un
bombardeo aéreo, dijo. El empresario, que opera una casa de cambio en el
edificio y pidió que no se le identifique, estaba destrozado. Dijo que acababa
de comprometerse y que había incurrido en deudas para pagar la boda. Temía
perderlo todo.
Horas más tarde, alrededor de las 3 a. m., sus temores se volvieron realidad: la torre fue alcanzada. La respuesta fue casi instantánea: más cohetes dirigidos a Israel. El viejo ciclo se repetía: los misiles acarrean bombardeos aéreos, los bombardeos acarrean misiles.
Luego se quedó en silencio, extrañamente, durante casi tres horas. Otra oportunidad para intentar dormir.
En un hogar, temprano el miércoles, el sueño inquieto fue interrumpido por un teléfono que sonaba. Del otro lado de la línea, un palestino que se había ido a Turquía comentó sobre la calma relativa.
Hosam Salem para The New York Times
“Tal
vez es la calma antes de la tormenta”, dijo.
Poco después, el tronar de los bombardeos matutinos inundó su vecindario. Fuente:The New York Times