Una manifestación de aficionados del Manchester United, que acabó con la invasión del estadio de Old Trafford este domingo, provocó el aplazamiento del partido de la Premier contra el Liverpool, lo que privó al City de un posible título antes de su semifinal de Champions el martes ante el PSG.
Esa fue una de las réplicas del sismo de la efímera Superliga, esa competición privada impulsada por varios clubes grandes de Europa disidentes, entre ellos el Manchester United, y rápidamente abortada por la movilización de los aficionados: los seguidores de los Diablos Rojos no parecen haber perdonado a su directiva su compromiso con ese proyecto que amenazó el equilibrio en el fútbol europeo.
Esa fue una de las réplicas del sismo de la efímera Superliga, esa
competición privada impulsada por varios clubes grandes de Europa disidentes,
entre ellos el Manchester United, y rápidamente abortada por la movilización de
los aficionados: los seguidores de los Diablos Rojos no parecen haber perdonado
a su directiva su compromiso con ese proyecto que amenazó el equilibrio en el
fútbol europeo.
Y así se vio perturbada la carrera hacia el título en la Premier:
el Manchester City, que se habría proclamado campeón en caso de victoria del
Liverpool, deberá esperar.
Si el partido no es reprogramado antes, el City, que se enfrenta
al PSG el martes en semifinales de la Liga de Campeones, podría asegurarse el
título el próximo sábado ante el Chelsea.
Detestada por una buena parte del público desde la compra del club
en 2005, la familia estadounidense Glazer cometió un nuevo error hace dos
semanas al entrar en el proyecto de la Superliga.
Rápidamente dieron marcha atrás junto al resto de clubes ingleses,
llegando a disculparse en una carta abierta y anunciando la marcha a final de
año de Ed Woodward, el vicepresidente ejecutivo que les representa, símbolo de
todos los males a ojos de la afición. Pero en vano.
"No comprarán nuestra alma" -
"Ustedes pueden comprar nuestro club pero no podrán comprar
nuestro corazón ni nuestra alma", se podía leer en un cartel. Muchos de
los hinchas portaban los colores verde y dorado, símbolos anti-Glazer porque
evocan al Newton Heath, club fundado en 1878 y que 24 años más tarde se
convertiría en el Manchester United.
Los seguidores encendieron bengalas, se subieron a las porterías y
a las gradas, cantando "Queremos la marcha de los Glazer".
Al mismo tiempo, decenas de aficionados se concentraron delante
del hotel donde se hallaba el equipo para impedir la salida del autobús hacia
el estadio.
Miles de seguidores se dieron cita a las 13h00 GMT (14h00 locales)
para manifestarse en los aledaños del estadio, pero decenas de ellos lograron
colarse en el césped del mítico estadio.
Finalmente abandonaron el recinto y la policía los dispersó,
aunque no sin ciertos momentos de tensión.
"Después de una conversación entre la policía, la Premier
League, el consejo del distrito de Trafford y los clubes, nuestro partido
contra el Liverpool fue aplazado por cuestiones de precaución y de seguridad
ligadas a la manifestación de hoy", escribieron los Diablos Rojos en su
comunicado.
"Se mantendrán conversaciones con la Premier League para
encontrar otra fecha para este partido", prosigue el texto.
Una "advertencia" a los clubes -
"Nuestros aficionados son apasionados y reconocemos
totalmente el derecho a la libertad de expresión y a las manifestaciones
pacíficas. Lamentamos, sin embargo, el contratiempo causado al equipo y las
maniobras que han puesto en peligro a otros aficionados, a los empleados y a la
policía en peligro", reprochó el club.
En un comunicado separado, la Premier League afirmó que esos actos
"de una minoría no tienen ninguna justificación".
Será difícil que el partido se dispute antes de mediados de mayo,
próxima fecha libre para el United, que el jueves disputará la vuelta de
semifinales de la Europa League ante la Roma (6-2 en la ida).
Los manifestantes recibieron al apoyo de la leyenda del club Gary
Neville, comentarista en Sky Sports.
"Es una advertencia a los propietarios de los clubes de fútbol. Los aficionados no aceptarán lo que han hecho (...). No confían en los propietarios de los clubes", resumió.